viernes, 25 de noviembre de 2011


De Una palmera en el fondo del cielo (2004)


El otro de mí
Eres la piedra hecha de algas y rumor de mareas, que no puedo arrojar sin la impiadosa visión del vacío.


Espiral
La lengua de las mariposas. Finísima espiral que puede llegar hasta la delicia del néctar, embriagarse con él y bailar en el aire hasta caer rendido en el vértigo del vuelo.


Diamelas
No estaba sola. En el desierto de su cuerpo inventaba diamelas.



Alfalfa florecida


El que no conoce el aroma del alfalfa florecida, su envolvente aroma en las tardes de verano, se priva de una parte esencial del mundo. La alfalfa florecida en la llanura, ese otro mar. Esa conjunción de hierbas y brisas azules purificando el aire. Esa felicidad.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

De Una palmera en el fondo del cielo

Persitencia


Escribir. Escribir lo  sublime como quien pinta el cielo o traza un círculo.




Gozo


En la ceguera de la vigilia trazo el ala para alcanzar el gozo del vuelo.

domingo, 20 de noviembre de 2011

De Breve Cielo

Breve cielo, instante fugaz e irrepetible en que la palabra reúne lo disperso formando una pequeña constelación.
Pequeña constelación donde se encuentran microrrelatos, reflexiones, textos raros, retratos, cartas breves y urgentes. Movimientos de un espíritu atravesado por el fuego de la poesía. Textos que nacen de ahí, de esa materia ardiente, inasible.
Poemas, microrrelatos. Ambos breves e intensos. Abiertos a la multiplicidad de sentido que despierta lo mínimo.
Creo en el principio instaurado por la Bauhaus: menos es más.
Creo que el mundo onírico nos abre a una realidad más plena.
Creo, con Héctor A. Murena, que no hay que estar preparados; sólo alertas.
Creo que lo fantástico está a la vuelta de lo cotidiano.
Creo en el anverso y reverso de las cosas.
Creo que hay que escuchar en el ritmo de la respiración nuestra propia música.
Creo en la singularidad y en el silencio.
Creo que lo que debo escribir ya está escrito secretamente en mí.
Creo en la flor de Coleridge.

Córdoba, otoño de 2010

Mujer descalza

estaba descalza
rodeada de copas rotas
me detuve en la puerta
para verla
y no la nombré
para no asustarla

ella seguía ahí
entre trozos de vidrio
ordenando lo que no estaba
con el cigarrillo en la boca
y el pelo suelto
como un campo lluvioso

en la ventana pasa
el Xibi Xibi
y lava una y otra vez
la piedra seca
de su desdicha

a veces abre la ventana
y se deja llevar
por las aguas
sus pies sangrantes
flotan entre las algas