Mujer-crisálida
En su cápsula de hojas la pequeña crisálida no supo si aquel desprendimiento era algo que llegaba o se marchaba de su cuerpo. Un ramalazo de luz la cegó por un momento. No quería moverse. Quería permanecer ahí. De ese modo. Libre del vértigo del vuelo. Mujer-crisálida. Olvidada de sí plegó sus alas.
Mujer-sombra
Una sombra esquiva se desdibujó entre los árboles. Aquello no le pesaba en el cuerpo como si se hubiera desprendido unos centímetros del suelo y planeara en lo ingrávido. Sintió un extraño estremecimiento como el de una pajarita de papel arrojada al vacío o un pétalo en la corriente del agua.
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