sábado, 22 de febrero de 2014

EVOCACIONES :

EN LA FRAGILIDAD DE LOS DÍAS  - NÉLIDA CAÑAS -  
(Apóstrofe  Ediciones – Noviembre, 2013)

En el bello libro que hoy nos convoca, la escritora cabralense  Nélida Cañas nos deleita, una vez más, con su prosa poética y su narrativa breve.
En la fragilidad de los días” podría considerarse  una autobiografía contada desde las sensaciones y emociones vivenciadas por la poeta-niña en la “casa natal” que albergó su infancia, al sur de la provincia de Córdoba  donde  pudo “experimentar todos los juegos de la imaginación. […] La llanura preparó mi espíritu en la contemplación”.
Los relatos están hechos de instantes, de fragmentos de la infancia que no son cronológicos. Como no lo es _ al decir del poeta Hugo Mujica_ “el afecto, la memoria, las pasiones. La vida está hecha de momentos, intensidades, son las cosas que no pasan, que conviven con los presentes, que saltan a un pasado, resignificándolo […] El tiempo es más vital que la cronología…”
La narradora se pregunta, “¿Preparaba entonces, sin saberlo, mi cuerpo y mi espíritu para la escritura? “ La respuesta se abre al “cielo de la llanura, […] donde se conjugan todas las formas y todos los colores, donde el infinito pesa hasta hacernos sentir la verdadera dimensión de lo humano: su fragilidad”. Donde, al rememorar, la mujer y la niña se abrazan en una simbiosis creadora. “Así vivimos, acomodadas la una a la otra.”
Lo vívido de las remembranzas, la “naturaleza pródiga: garzas, gorriones, tordos , caranchos, lechuzas, palomas, calandrias… sauces, fresnos, eucaliptus, tamarindos, […] los campos de trigo, los alfalfares, los atardeceres, las tormentas, las gredosas  manos de los labriegos” abren en el lector  sentimientos de comunión e  identificación. Especialmente quienes han habitado estas tierras y se ven representados en los seres que “secretamente aguardaban para ser contados. […] Mi padre estaba hecho de viento y lejanía. […] A menudo puedo ver su orgullosa y solitaria figura en la enorme extensión de la llanura quitando una a una las malezas de aquellos surcos infinitos.[…] La abuela Leonarda se mece en el aire claro de la mañana… Entre las acacias y los paraísos de la casa de la infancia todavía escucho su respiración, como un rumor suave y dorado de una abeja en el fuego de la siesta.”
Borges sostiene en uno de sus cuentos que “el destino de cualquier hombre consta en realidad de un sólo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”.  Nélida confiesa: “Siempre supe de una manera misteriosa que la infancia, mi infancia en la plenitud de la llanura había configurado mi ser y mi estar en el mundo. Y por lo tanto mi escritura, que es mi natural forma de estar en el mundo […] Siempre fui escritora.  Aún antes de saber escribir “
La trama del mundo que nos rodea / es un texto para ser leído”,  reza el epílogo de “Lecturas de infancia”,  _ última parte de las tres que integran la obra_.  Un relato fascinante del encuentro de la niña con la lectura. “En la casa de la llanura no había libros [] Cuando mi madre se casó con mi padre, llevó a la casa de la llanura dos libros. Quizá su anhelo me acercó a la palabra. A la posibilidad de nombrar,  de arrancar del mutismo el nombre de las cosas.
Si el vacío alimenta el deseo y el silencio  la palabra,  de ambos  se nutrió la niña en la soledad de la llanura para poder expresarse como una “pequeña trapecista en el vacío, que amaba el equilibrio y el silencio”.  Nélida nos habla desde el “sigilo”, el “silencio”,  el “secreto” del que nace toda escritura.  Desde una realidad irreductible, más allá de esa “tierra inagotable” de la llanura con sus patios, sus techos y sus cielos. Nace de lo inaprehensible del amor, del dolor y  de la felicidad de una infancia eternizada en la fragilidad de los días.                      

                                                                                                                                                                                                               Ana María Martinengo


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