jueves, 20 de noviembre de 2014
Crónica de una lluvia anunciada
Ayer anduve
de un lugar a otro.
El pronóstico del tiempo
anunciaba lluvia
para la tarde noche.
Visité a mi madre
que se apoya
en bastones o andadores
según la ocasión
para poder caminar
de la sala a la cocina
y de la cocina a su cuarto.
Más tarde visité a una amiga
que me recibió con un abrazo
y un delicioso flan
que temblaba levemente
sobre la fuente
de loza blanca.
Había un aire
fresco y húmedo
cuando regresamos
por la autopista
y yo pensaba:
que la tormenta
no nos alcance
hasta llegar a casa
donde mi perra Frida aguarda
sin comer ni beber
y presumo que sin moverse
de su sitio
por todas las horas
de nuestra ausencia.
Cuando llegamos
y abrí la verja del jardín
un gatosalió
de entre los geranios
y saltó hacia la noche.
A mi madre le llevé
un perfume de magnolias
y dejé sobre su mesa de noche
mi libro con una pregunta
¿Qué podría darte
de más íntimo y verdadero
que mi propia escritura?
Ella aspiró con ardor
el aroma de magnolias
y abrió el libro
pero no leyó la pregunta.
La lluvia nunca llegó
pero sí el aire
frío y húmedo
con la memoria
de otras lluvias.
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