martes, 18 de noviembre de 2014

La palabra desnuda


En 1996 publiqué mi primer libro de narrativa, De este lado del mundo. Ahí en un cuento dedicado a mi padre, Desasimiento, aparece por primera vez Águeda,  hija de Juan Pablo Cruz. Ambos, Juan Pablo y Águeda, protagonistas del relato. No sé cómo fue que elegí ese recurso para hablar de una historia que nos pertenecía, a mi padre y a mí. Una historia que nos había dolido tanto. Más, creo que no fue un recurso sino una necesidad. Quizás fue la manera que encontré de exorcizar  años de silencio. O de proyectar en otros nombres para mejor comprender.
Águeda siguió apareciendo en otros textos como ella sabe hacerlo. De una manera intensa, inexplicable. Simplemente está ahí. Y dice. Pero fue en el año 2000 en que reaparece con fuerza inusitada para transformarse en la protagonista absoluta de mi poemario El agua y la greda. ¿Heterónimo? ¿Alter ego? Sólo puedo decir que ella es yo. Pero es ella la que alcanza el estado poético más puro. La palabra desnuda. 
Águeda  no tiene una cosmovisión del mundo diferente de la mía. Es, eso sí, una visión más prístina. Más valiente y despojada.

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